miércoles, 20 de febrero de 2013

La política y tú

Amin Maalouf
 Aprovechando que hoy es el debate del estado de la nación, añado una nueva cita de la última novela de Amin Maalouf, Los desorientados. Espero que os anime a participar en política, porque -si no lo haces- la política se va a meter contigo y mucho:

¿No fuiste tú quien me dijo un día: «Incluso aunque no te metas en política, la política se mete contigo»?
La frase no es mía. Debí de leerla en alguna parte. Ya no me acuerdo del autor...
En cuestión de citas, siempre me he tomado muy en serio las investigaciones de paternidad. Mis amigos de juventud estaban al tanto y a veces se entretenían en tirarme, como a un galgo, la pelota detrás de la que no podía por menos de salir corriendo: «¿Tú no sabrás quién dijo...?». [...]
En lo referido a la cita de la que hablaba Mourad, no tardé en descubrir que se dijo de la siguiente forma: «Tened cuidado: si no os metéis en política, la política se mete con vosotros». Por supuesto, se les atribuía, según las fuentes, a tres autores diferentes, todos ellos contemporáneos de la Revolución Francesa: uno era Royer-Collard; otro, Montalembert, y el tercero, el abate Sieyès.
La forma original es, por cierto, mucho más pertinente que la que recordaba Mourad. Dice: «Si no os metéis en política», y no «Aunque no os metáis...». Dicho de otro modo: no se trata de dejar constancia, de forma trivial, de que la política nos afecta a todos, incluso a aquellos a quienes no les interesa; lo que dice el autor es que los torbellinos políticos afectan sobre todo a aquellos a quienes no les interesan.

domingo, 17 de febrero de 2013

Emigración en España

Hace un mes que mi hermano, con toda su familia, ha emigrado a Australia; y precisamente ahora he encontrado un texto muy oportuno en la última novela de Amin Maalouf , Los desorientados. Quiero compartirlo con vosotr@s porque invita a la reflexión y al debate.
[…] Todo hombre tiene derecho a irse; es su país quien tiene que convencerlo para que se quede, digan lo que digan los políticos grandilocuentes. «No te preguntes qué puede hacer por ti tu país, sino lo que puedes hacer tú por tu país.» ¡Es muy fácil decirlo cuando eres millonario y acaban de elegirte, a los cuarenta y tres años, presidente de los Estados Unidos de América! Pero cuando en tu país no puedes ni trabajar, ni recibir cuidados médicos, ni tener donde vivir, ni estudiar, ni votar libremente, ni decir lo que opinas, ni tan siquiera ir por la calle como te apetezca, ¿de qué vale la sentencia de John F. Kennedy? ¡De muy poca cosa!
Para empezar, es tu país el que tiene que cumplir contigo una serie de compromisos. Que te consideren un ciudadano con todas las de la ley y que no padezcas ni opresión, ni discriminación ni privaciones indebidas. Tu país y sus dirigentes están en la obligación de garantizarte esas cosas; en caso contrario, no les debes nada. Ni apego a la tierra ni saludo a la bandera. Al país donde puedes vivir con la cabeza alta se lo das todo, se lo sacrificas todo, incluso la propia vida; al país en que tienes que vivir con la cabeza gacha no le das nada. Da igual que se trate de tu país de acogida o de tu país de nacimiento. La magnanimidad llama a la magnanimidad, la indiferencia llama a la indiferencia y el desprecio llama al desprecio. Tal es la carta de los seres libres y, en lo que a mí se refiere, no admito ninguna otra.