Los helenistas -como su nombre indica- sólo se interesan por los helenos que murieron hace tres mil años, no por los griegos. Los expertos en Heráclito o Sófocles por lo general desconocen a los poetas místicos bizantinos. Y los especialistas en poetas místicos bizantinos no conocen el rebético, el karagiozis ni la poesía contemporánea. Del mismo modo, a los expertos y aficionados a la Grecia moderna, a menudo les falta el vínculo, el imán necesario del griego clásico. Y si uno no ve la línea que une a Esquilo y a Seferis, a Homero y a Elytis, y a Píndaro y a Ritsos [...], ¿qué sabe en verdad de Grecia? Se estudia una cultura detenida en su evolución, cortada en rodajas históricas, una Grecia in vitro, que revela así fenómenos y estructuras evidentes -porque se pueden analizar como en un laboratorio-, pero se olvida que, al fin y al cabo, algunas de éstas siguen vivas allí donde no se las busca.
¿Hasta cuándo vamos a seguir considerando el latín y el griego como lenguas muertas? El griego, evidentemente, no ha muerto, ha evolucionado y el latín también a través de las lenguas romances.
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